Socialistas, anarquistas y trotskistas frente al comunismo: coincidencias, tensiones y disputas históricas
Socialistas, anarquistas y trotskistas frente al comunismo: coincidencias, tensiones y disputas históricas.
El movimiento obrero del siglo XX estuvo marcado tanto por tensiones internas como por intentos de unidad frente a enemigos comunes. Socialistas, anarquistas y trotskistas coincidieron en numerosos aspectos, desde la aspiración de emancipación del proletariado hasta su oposición al autoritarismo del comunismo soviético, aunque mantuvieron diferencias significativas. Uno de los episodios más relevantes en este contexto fue la creación de la Alianza Obrera, un esfuerzo inicial de unidad que, con el tiempo, terminó incorporando también al Partido Comunista, marcando un hito en la historia del movimiento obrero español.
Coincidencias: emancipación obrera y crítica al estalinismo.
Socialistas, anarquistas y trotskistas comparten un horizonte común: la emancipación del proletariado y la construcción de una sociedad basada en la igualdad y la justicia social. Aunque sus métodos y estrategias divergen, todos rechazaron el rumbo autoritario que tomó la Unión Soviética bajo el liderazgo de Stalin.
El trotskismo, encabezado por León Trotsky, denunció el carácter burocrático del régimen soviético, calificándolo como un "Estado obrero degenerado". Los anarquistas, desde su perspectiva libertaria, fueron aún más críticos, rechazando no solo el estalinismo sino cualquier forma de control estatal. Por su parte, el socialismo español, liderado por figuras como Francisco Largo Caballero, adoptó una posición intermedia, defendiendo la democracia interna y rechazando el centralismo autoritario del Partido Comunista.
Ángel Pestaña y su desencuentro con Lenin.
El caso de Ángel Pestaña es ilustrativo de las tensiones entre el anarcosindicalismo y el comunismo. Pestaña, destacado miembro de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), viajó a Rusia en 1920 como representante anarcosindicalista para evaluar la posible adhesión de la CNT a la Internacional Comunista.
En su experiencia, recogida en su libro Lo que yo vi en Rusia, Pestaña mostró un profundo desencanto con el modelo soviético. Si bien reconoció los avances sociales logrados por los bolcheviques, denunció la falta de libertades individuales y el carácter opresivo del Estado. Según sus palabras:
"Allí donde el Estado absorbe todas las funciones, la libertad no tiene cabida. La revolución no puede ser un pretexto para el sometimiento."
En sus debates con Lenin, Pestaña criticó el "centralismo democrático", considerándolo una contradicción en términos. Lenin, en cambio, defendía la necesidad de una organización férrea para enfrentar las amenazas contrarrevolucionarias y consolidar el poder proletario. Este desencuentro evidenció la incompatibilidad entre el anarquismo y el modelo bolchevique.
La Alianza Obrera: un frente común en evolución.
En la década de 1930, la amenaza del fascismo en España llevó a la creación de la Alianza Obrera, un esfuerzo por unir a las fuerzas del movimiento obrero frente al enemigo común. Inicialmente, esta alianza incluyó al PSOE y a la UGT, además de contar con la participación pragmática de la CNT, que tradicionalmente había rechazado la colaboración con otras organizaciones políticas.
En un primer momento, el Partido Comunista de España (PCE) quedó al margen de esta alianza. Siguiendo las directrices del Komintern, los comunistas priorizaban los Frentes Populares, coaliciones más amplias que incluían a sectores burgueses progresistas. Sin embargo, las tensiones políticas y el avance del fascismo hicieron que el PCE reconsiderara su postura. En 1934, tras la huelga revolucionaria de octubre, el PCE decidió integrarse en la Alianza Obrera, reconociendo la necesidad de la unidad entre las fuerzas de izquierda.
La incorporación del PCE marcó un punto de inflexión en la Alianza Obrera, aunque no sin generar tensiones. Los anarquistas de la CNT, por ejemplo, temían que los comunistas intentaran imponer su hegemonía dentro de la alianza. A pesar de estas reticencias, la unión de socialistas, comunistas y anarcosindicalistas logró consolidar una resistencia común frente al ascenso del fascismo.
Pensamientos divergentes: libertad, poder y revolución.
Aunque estas corrientes lograron coincidir en momentos críticos, sus divergencias filosóficas se mantuvieron latentes. Estas diferencias pueden resumirse en torno a tres conceptos clave:
1. La libertad: Para los anarquistas, como afirmó Bakunin, la verdadera revolución solo puede surgir del ejercicio directo de la libertad: "La libertad sin igualdad es privilegio, y la igualdad sin libertad es tiranía." Los socialistas defendían una concepción más institucional, ligada a la construcción de un Estado socialista democrático. Los trotskistas, por su parte, abogaban por una revolución permanente que garantizara tanto la igualdad como la participación obrera.
2. El poder: Mientras los comunistas leninistas veían el poder del Estado como un instrumento esencial para la revolución, los anarquistas lo rechazaban frontalmente. Desde el marxismo socialista, Rosa Luxemburgo advertía: "Sin libertad de prensa, sin libertad de asociación y reunión, la vida política muere. Sólo queda la burocracia."
3. La revolución: Los comunistas priorizaban la construcción de una revolución centralizada e internacional, mientras que los anarquistas defendían revoluciones descentralizadas y autogestionadas. Por su parte, los socialistas adoptaron una postura más pragmática, adaptando sus estrategias a las realidades de cada país.
Conclusión.
La incorporación del Partido Comunista a la Alianza Obrera evidenció tanto las dificultades como las oportunidades de construir una unidad en el seno del movimiento obrero. Aunque anarquistas, socialistas, trotskistas y comunistas compartían el objetivo de la emancipación del proletariado, sus diferencias radicaban en cómo alcanzar esa meta. Mientras los comunistas defendían un control centralizado y la hegemonía del partido, anarquistas y socialistas se inclinaban por modelos más democráticos y descentralizados, y los trotskistas criticaban la burocratización que había surgido en el modelo soviético.
Un punto clave en estas tensiones fue el rechazo de socialistas, anarquistas y trotskistas a integrarse en la Internacional Comunista (Komintern). Tanto los socialistas como los anarquistas cuestionaron el centralismo y la subordinación a las directrices de Moscú que esta estructura implicaba. Ángel Pestaña, tras su experiencia en Rusia, se convirtió en un crítico vehemente del control político que el Partido Comunista ejercía dentro de la Internacional. Los trotskistas, por su parte, rompieron con la Komintern tras la consolidación de Stalin, abogando por una Cuarta Internacional basada en los principios de una revolución permanente y la democracia obrera.
La figura de Pestaña y su desencuentro con Lenin simbolizan una de las fracturas más notorias entre el anarquismo y el comunismo, basada en concepciones irreconciliables sobre la libertad y el poder. Sin embargo, el desarrollo de la Alianza Obrera mostró que, en momentos de crisis como el auge del fascismo, estas corrientes podían encontrar espacios de cooperación, al menos temporalmente, en defensa de objetivos compartidos.
Más allá de sus tensiones internas, la experiencia de la Alianza Obrera demuestra que la unidad del movimiento obrero es posible cuando las amenazas externas son mayores que las diferencias ideológicas. Aunque no lograron superar por completo sus desacuerdos, los socialistas, anarquistas, trotskistas y comunistas dejaron una lección histórica: la lucha por la justicia social y la emancipación solo puede avanzar mediante el diálogo y la colaboración, sin renunciar a los principios fundamentales de cada corriente.