La izquierda y el desafío de la comunicación: cómo evitar la trampa de la superioridad moral
La izquierda y el desafío de la comunicación: cómo evitar la trampa de la superioridad moral.
Uno de los factores que influyen en el rechazo a las formaciones progresistas no es solo el contenido de sus propuestas, sino la percepción de que estas se expresan desde una posición de superioridad moral. Muchas personas, incluso aquellas que podrían simpatizar con políticas progresistas, terminan identificándose con la derecha o la ultraderecha no por convicción ideológica, sino por reacción a un discurso que les hace sentir juzgadas. Esto tiene que ver con un mecanismo psicológico profundo: la mayoría de las personas, en algún momento, cometen errores o tienen contradicciones, y si un discurso político les recuerda constantemente sus fallos, pueden terminar situándose, emocional y políticamente, en el lado de quienes no pretenden ser "puros".
Este fenómeno ha sido estudiado por politólogos y sociólogos como Lilliana Mason, Jonathan Haidt y Mark Lilla, quienes advierten que la política no se juega solo en el terreno de los argumentos racionales, sino en el de la identidad y las emociones. Si un votante percibe que la izquierda le juzga moralmente, tenderá a refugiarse en discursos que le eximan de culpa, incluso aunque sus intereses materiales no estén alineados con la derecha. Para contrarrestar esto, la izquierda debe reformular su comunicación, evitando ciertos errores estratégicos y potenciando mensajes que conecten de manera más efectiva con la mayoría social.
1. Sustituir la superioridad moral por la conexión emocional.
En lugar de presentar la política en términos de buenos y malos, la izquierda debe enfatizar que todos vivimos en un sistema imperfecto y que la lucha es colectiva. Debe transmitir que nadie es completamente "puro" y que eso no invalida el deseo de construir una sociedad mejor.
Lilliana Mason señala en Uncivil Agreement que la política contemporánea se basa más en la identidad que en las políticas concretas. La izquierda, cuando se presenta como moralmente superior, refuerza la identidad de los votantes conservadores en lugar de atraerlos. En vez de dividir la sociedad en "los que están del lado correcto de la historia" y "los retrógrados", el progresismo debe enfatizar que todos vivimos en un sistema imperfecto y que nadie es completamente puro. El cambio no se logra desde el juicio, sino desde la construcción colectiva.
Estrategia: Reformular el discurso en términos de inclusión, apelando a valores compartidos y no solo a la corrección moral.
2. Enfatizar la empatía en lugar de la culpa.
Muchas personas pueden haber tomado decisiones cuestionables en el pasado, pero eso no significa que no puedan ser parte del cambio. Un discurso progresista debe centrarse en la capacidad de redención y evolución, más que en el señalamiento de errores pasados.
Jonathan Haidt, en The Righteous Mind, demuestra que las personas no toman decisiones políticas basadas en lógica pura, sino en intuiciones morales. La derecha ha sabido canalizar la lealtad grupal y el sentimiento de pertenencia, mientras que la izquierda a veces ha caído en un moralismo que hace que los votantes se sientan culpables o señalados. La gente no quiere ser aleccionada; quiere ser comprendida.
Estrategia: En lugar de insistir en lo que la gente ha hecho mal, la izquierda debe centrarse en la capacidad de cambio y mejora, sin exigir una adhesión perfecta a sus valores.
3. Reformular el discurso de la justicia social en términos de bienestar común.
En vez de insistir en que ciertas posturas son "moralmente correctas", sería más efectivo enfocarse en cómo benefician a la sociedad en su conjunto, incluyendo a quienes podrían no identificarse inicialmente con esas causas.
Mark Lilla, en The Once and Future Liberal, critica que la izquierda se ha enfocado demasiado en cuestiones de identidad y corrección moral, perdiendo el contacto con los problemas materiales de la mayoría. Cuando el progresismo se percibe como una serie de normas sobre lo que está bien y lo que está mal, corre el riesgo de ser visto como un club excluyente, más que como un movimiento transformador.
Estrategia: Enmarcar las políticas progresistas no como un mandato moral, sino como soluciones prácticas para mejorar la vida de todos.
4. Evitar el lenguaje excluyente y buscar un enfoque amplio.
A veces, la izquierda cae en discursos de nicho que refuerzan la idea de que su proyecto no es para todos. Un mensaje más inclusivo, que invite a unirse sin necesidad de ser ideológicamente "puros", puede resultar más efectivo.
Pierre Rosanvallon, en La contrademocracia, explica cómo el descrédito de las élites ha alimentado el populismo de derecha. Cuando la izquierda usa un lenguaje que parece dirigido solo a ciertos sectores, refuerza la percepción de que representa a una élite desconectada.
Estrategia: Utilizar un lenguaje más accesible, evitando jergas ideológicas que excluyan a quienes no están ya convencidos.
5. Plantear una narrativa de comunidad y cooperación en lugar de confrontación constante.
La política basada en la oposición a la derecha es necesaria, pero si el discurso progresista se reduce a denunciar lo que está mal en la derecha, muchas personas pueden percibirlo como negativo o agotador. Es más eficaz construir una identidad propia basada en la esperanza, la acción conjunta y el optimismo.
George Lakoff, en No pienses en un elefante, demuestra que la derecha ha sido más efectiva en construir marcos emocionales positivos (libertad, seguridad, tradición), mientras que la izquierda a menudo recurre a mensajes negativos (denunciar injusticias, señalar culpables). Drew Westen, en The Political Brain, confirma que la política es más emocional que racional: las personas se sienten atraídas por mensajes esperanzadores, no por discursos que las hagan sentir en falta.
Estrategia: La izquierda debe presentar su proyecto como una invitación a la acción conjunta, basada en la esperanza y el optimismo, en lugar de centrarse solo en denunciar lo que está mal.
6. Humanizar a los líderes progresistas.
Mostrar vulnerabilidad y errores del pasado con honestidad puede hacer que los votantes se identifiquen más con ellos. Los líderes de derecha a menudo se presentan como “imperfectos pero auténticos”, mientras que la izquierda a veces proyecta una imagen demasiado inalcanzable.
Uno de los éxitos de la derecha es presentarse como “imperfecta pero auténtica”, mientras que la izquierda a veces proyecta una imagen de exigencia inalcanzable. Las personas se identifican más con líderes que reconocen sus errores y hablan desde la cercanía, en lugar de aquellos que parecen moralmente inmaculados.
Estrategia: Mostrar vulnerabilidad y cercanía en los discursos, conectando con la realidad cotidiana de la gente.
Una izquierda más efectiva en la comunicación.
La izquierda tiene que ser consciente de que la política no es solo una batalla de ideas, sino también de emociones, identidad y percepción. Si quiere ampliar su base de apoyo, debe abandonar la tentación de la superioridad moral y reformular su discurso en términos de empatía, pragmatismo y bienestar común.
¿En qué aspectos no debería insistir la izquierda?
1. No debe caer en el juicio moralista constante ni en la exigencia de una perfección ideológica.
La mayoría de las personas tienen contradicciones y errores. Si la izquierda proyecta una imagen de exigencia moral inalcanzable, generará rechazo en vez de adhesión.
2. No debe dar por hecho que sus valores son universales sin explicar por qué benefician a todos.
Es un error asumir que la justicia social, la igualdad o la sostenibilidad son valores evidentes para toda la sociedad. En lugar de imponerlos como axiomas, es crucial explicarlos desde el impacto positivo que tienen en la vida cotidiana.
3. No debe centrarse solo en lo que está mal en la derecha; debe proponer visiones esperanzadoras y realistas.
La denuncia de las injusticias es fundamental, pero si el mensaje progresista se basa únicamente en la crítica y el miedo, muchas personas se desconectarán. Es más eficaz combinar la denuncia con una alternativa ilusionante y alcanzable.
4. No debe menospreciar ni ridiculizar a quienes tienen dudas o incluso posiciones opuestas.
Tratar con desprecio a quienes no comparten ciertos postulados progresistas solo fortalece su resistencia. La gente no cambia de opinión cuando se siente atacada, sino cuando se siente escuchada y comprendida.
La izquierda necesita reformular su discurso.
A la luz de estos análisis, queda claro que la izquierda debe ajustar su comunicación para ampliar su base de apoyo y evitar alienar a votantes que podrían simpatizar con sus propuestas pero rechazan su tono o enfoque. Para lograrlo, debe centrarse en cuatro claves fundamentales:
1. Sustituir la moralización por la cooperación y el bien común.
En lugar de presentarse como juez de lo que está bien o mal, la izquierda debe proyectarse como una fuerza inclusiva que trabaja para mejorar la vida de todos, sin exigir adhesiones ideológicas incondicionales.
2. Enmarcar su mensaje en términos positivos y emocionales, en lugar de recurrir a la culpa o el juicio.
La denuncia de injusticias es esencial, pero debe ir acompañada de una visión esperanzadora y alcanzable, donde cada persona se sienta parte de la solución y no solo responsable del problema.
3. Aparecer como una fuerza pragmática y cercana, en lugar de una élite que impone normas morales.
La izquierda debe evitar el lenguaje tecnocrático o excluyente y centrarse en mensajes claros, prácticos y conectados con las preocupaciones reales de la mayoría.
4. Escuchar y reconocer las inquietudes de los votantes, incluso si provienen de sectores tradicionalmente de derecha.
No todas las preocupaciones sobre inmigración, seguridad o tradición son expresiones de intolerancia. En lugar de ridiculizar o rechazar de plano ciertos debates, la izquierda debe abordarlos con soluciones progresistas que respondan a las necesidades del electorado sin ceder a discursos reaccionarios.
Si la izquierda logra transmitir su mensaje de forma más humana y emocionalmente inteligente, podrá recuperar parte del electorado que hoy se siente alejado. Porque, en el fondo, la política es menos sobre quién tiene razón y más sobre quién sabe hacer sentir a la gente que está en el lado correcto de la historia sin necesidad de ser perfecta.