25 de noviembre: Una llamada urgente contra la violencia de género y sus raíces estructurales

25 de noviembre: Una llamada urgente contra la violencia de género y sus raíces estructurales.

El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, nos invita a reflexionar sobre las múltiples formas de violencia que sufren las mujeres, pero también sobre las causas que perpetúan este problema global. Entre estas, destacan el machismo y el patriarcado, sistemas profundamente arraigados en nuestra cultura y que continúan siendo reproducidos en la intimidad del hogar y la sociedad en general.  


El rol de la familia en la perpetuación del machismo. 

El machismo no surge de la nada; se gesta desde una edad temprana en el núcleo familiar. La educación silenciosa, esa que no se imparte con palabras, sino con actitudes y acciones, es uno de los vehículos principales de transmisión de roles de género y estereotipos. Si los niños observan que las tareas del hogar recaen exclusivamente sobre las mujeres o que las decisiones importantes siempre las toman los hombres, interiorizan esos patrones como normales y correctos.  

Romper este ciclo requiere un esfuerzo consciente por parte de las familias: fomentar la igualdad en la división de tareas, promover el respeto mutuo y educar en valores de equidad y empatía. En un contexto donde los medios de comunicación y la educación formal también tienen un impacto significativo, el hogar sigue siendo el primer y más influyente espacio de aprendizaje.  


El patriarcado como sistema de control.

El patriarcado, más allá de un término sociológico, es un sistema institucionalizado que subordina a las mujeres y privilegia a los hombres. Este orden se reproduce en leyes, costumbres, religiones e instituciones que controlan y limitan los cuerpos y las vidas de las mujeres. Aunque hemos avanzado en términos legales y sociales, las prácticas patriarcales persisten de manera sutil pero poderosa, alimentando la desigualdad y, en su forma más extrema, la violencia de género.  

Este sistema no solo define los roles sociales, sino que también crea estructuras de poder que invisibilizan a las mujeres y refuerzan la cultura del silencio. Desde los hogares hasta las instituciones, desmontar el patriarcado requiere cuestionar nuestras creencias y costumbres más arraigadas.  


Los peligros de la pornografía: una deformación de la sexualidad.

En este contexto, la pornografía se ha convertido en un factor alarmante que deforma la visión de la sexualidad, perpetúa la cosificación de las mujeres y promueve ideas dañinas sobre las relaciones afectivas y sexuales. Al consumir contenido que presenta a las mujeres como objetos de deseo sin autonomía ni derechos, muchos jóvenes interiorizan esta perspectiva, creyendo que es una representación legítima de la realidad.  

Esto no solo alimenta el machismo, sino que también refuerza comportamientos abusivos y genera expectativas irreales en las relaciones personales. La falta de una educación sexual integral que enseñe respeto mutuo, igualdad y consentimiento deja un vacío que la pornografía llena con distorsiones y mensajes nocivos.  


Una invitación a la acción.

En este 25 de noviembre, es fundamental recordar que la violencia de género no es un fenómeno aislado; es el resultado de un sistema que debemos transformar desde la raíz. Esto implica educar en igualdad desde los hogares, desafiar las narrativas patriarcales en todas las esferas y, sobre todo, responsabilizarnos como sociedad de crear un entorno donde las mujeres puedan vivir libres de violencia y discriminación.  

La erradicación de la violencia de género comienza con pequeños actos cotidianos: un cambio en la manera de hablar, en la forma de relacionarnos y en cómo educamos a las generaciones futuras. Porque cada paso hacia la igualdad es también un paso hacia una sociedad más justa, libre y digna para todas y todos.

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