El impacto de las mascotas en las ciudades: entre el respeto y la necesidad de convivencia ordenada

El impacto de las mascotas en las ciudades: entre el respeto y la necesidad de convivencia ordenada.


Las mascotas, especialmente los perros, ocupan un lugar especial en el corazón de muchas familias. La relación afectiva con estos animales genera beneficios emocionales y psicológicos incuestionables, y su compañía es invaluable para muchas personas. Sin embargo, el creciente número de mascotas en las ciudades plantea retos que afectan tanto al entorno urbano como a la convivencia ciudadana.  



Un mobiliario urbano deteriorado y espacios insalubres.

La presencia masiva de perros en las ciudades deja huellas visibles en el paisaje urbano. Las fachadas de los edificios y el mobiliario público suelen mostrar signos de desgaste por los orines de las mascotas, que pueden ser corrosivos. Además, la acumulación de excrementos no recogidos, aunque minoritaria, sigue siendo un problema de insalubridad en muchas aceras. Este fenómeno no solo afea las calles, sino que también representa un foco de riesgo sanitario para la población (El Comercio, 20/01/20).  


Los riesgos de compartir espacios de ocio.

Aunque compartir momentos al aire libre con los animales puede parecer ideal, surgen serias cuestiones de salubridad al hacerlo. En los espacios públicos, como parques y terrazas de hostelería, es común encontrar animales que pueden ser portadores de garrapatas, pulgas y otros parásitos. Estos representan un riesgo potencial para la salud de las personas, especialmente para niños y adultos mayores. Además, muchos dueños de mascotas optan por sentarlas en sillas de establecimientos de hostelería, lo que genera incomodidad en clientes y problemas higiénicos evidentes.  


La biodiversidad, una víctima silenciosa.

El impacto de los animales domésticos no se limita al entorno urbano. En la playa de San Lorenzo, en Gijón, se ha registrado una reducción del 90% en la biodiversidad en los últimos años. Este deterioro se relaciona, en parte, con el acceso indiscriminado de mascotas, que pueden alterar los ecosistemas locales y afectar gravemente a las especies autóctonas (El Comercio, 20/01/20).  


Soluciones para una convivencia sostenible.

Para abordar estos desafíos, es necesario tomar medidas que equilibren los derechos de los dueños de mascotas con los de la comunidad en general. Una propuesta efectiva sería implementar un sistema de impuestos progresivos basado en el número de mascotas por hogar. Esta medida no solo ayudaría a regular el crecimiento exponencial de la población canina, sino que también permitiría recaudar fondos para mantener el mobiliario urbano y los espacios públicos en condiciones óptimas.  

Otra solución sería restringir el acceso de los perros a ciertas zonas compartidas. Por ejemplo, prohibir su permanencia en terrazas de hostelería o diseñar espacios exclusivos para ellos dentro de los parques urbanos podría garantizar una convivencia más ordenada y saludable.  


En definitiva, respetar y amar a las mascotas no debe estar reñido con la necesidad de mantener un entorno urbano limpio, seguro y en equilibrio con el medio ambiente. La convivencia responsable es el camino para garantizar el bienestar tanto de los animales como de las personas que comparten el espacio con ellos.

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