El Partido Popular, bajo el yugo de Feijóo
El Partido Popular, bajo el yugo de Feijóo: el secuestro de una organización política.
Desde que Alberto Núñez Feijóo asumió el liderazgo del Partido Popular (PP), se ha configurado una narrativa que sugiere que su dirección no es producto de una gestión abierta ni democrática, sino de un control férreo que centraliza las decisiones en un reducido círculo de políticos de su confianza, muchos de ellos importados de Galicia. Este círculo no solo actúa como garante de su poder, sino que también ha impuesto políticas y prácticas que han alienado a amplios sectores de la militancia y debilitado los valores tradicionales del partido.
La política del dedazo: la imposición de dirigentes y estrategias.
Uno de los ejemplos más claros de este control es la negativa de Feijóo a convocar congresos abiertos para la elección de liderazgos regionales y locales, una práctica que podría permitir la renovación del partido y el debate interno. La suspensión de estos procesos democráticos en aras de una supuesta estabilidad interna ha suscitado críticas entre las bases, que ven cómo se les priva de su voz. Esta dinámica ha sido especialmente visible en la Comunidad Valenciana, donde Feijóo ha respaldado la continuidad de Carlos Mazón, a pesar de las críticas por su gestión de la DANA.
Mazón, cuya actuación frente a la catástrofe fue ampliamente cuestionada, no ha asumido responsabilidad política alguna, una decisión que muchos atribuyen al afán de Feijóo por blindar a los suyos, aunque ello implique sacrificar la ética política. Las bases del PP en Valencia, históricamente comprometidas con una gestión transparente, observan con desconcierto cómo se priorizan los intereses del aparato sobre los de la ciudadanía.
Crispación y desinformación: un viraje ideológico inquietante.
Bajo la dirección de Feijóo, el PP ha abandonado progresivamente las formas moderadas que lo caracterizaron en otras épocas para adoptar una estrategia de polarización y confrontación. Esto incluye la propagación de bulos y noticias falsas, a menudo en sintonía con la ultraderecha, con la que ha forjado una alianza tácita en su discurso y acción política. Este giro no solo ha fracturado el consenso interno del partido, sino que también lo ha alejado de sectores centristas y moderados de la sociedad española.
Las bases, en su mayoría, parecen no respaldar esta deriva. Muchos militantes se han manifestado incómodos con el rumbo que está tomando el partido, viendo cómo se utilizan tácticas de desinformación que, lejos de fortalecer al PP, minan su credibilidad. Sin embargo, las decisiones estratégicas están en manos del círculo de confianza de Feijóo, que actúa como una fortaleza hermética en torno a su liderazgo.
La sombra gallega: una red de confianza cerrada.
Gran parte de este control se explica por la importación de figuras de confianza de Feijóo desde Galicia, quienes han asumido posiciones clave dentro del partido a nivel nacional. Este grupo actúa como un filtro que bloquea cualquier crítica interna o propuesta de cambio que pueda cuestionar la dirección del líder. La militancia, acostumbrada a debates abiertos y a una cierta pluralidad interna, se enfrenta a un sistema donde la toma de decisiones parece más propia de una oligarquía que de una organización democrática.
Conclusión: el riesgo de un PP secuestrado.
El Partido Popular, bajo el liderazgo de Feijóo, se encuentra en una encrucijada. Por un lado, se presenta como la principal fuerza de oposición al actual gobierno progresista; por otro, lidia con un creciente descontento interno provocado por las prácticas autoritarias y las estrategias de confrontación adoptadas por su cúpula.
Si el PP desea recuperar su esencia y conectar con una ciudadanía que demanda ética, transparencia y responsabilidad política, deberá enfrentar la estructura centralista que Feijóo ha construido y abrir espacios para el debate y la participación. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un partido cuya militancia se sienta ajena a sus decisiones, atrapada bajo el control de un liderazgo que prioriza la lealtad personal sobre los principios democráticos y los intereses del país.