El precio de la influencia: seguidismo ideológico y abrazafarolas mediáticos

El precio de la influencia: seguidismo ideológico y abrazafarolas mediáticos.


En un ecosistema informativo saturado y polarizado, las figuras mediáticas que abrazan el seguidismo ideológico se han convertido en piezas clave para modelar la opinión pública. Sin embargo, este fenómeno no surge en un vacío ético, sino que está frecuentemente motivado por intereses económicos y personales, lo que los convierte en abrazafarolas: individuos que adaptan su discurso al viento que mejor remunera, incluso si esto implica sacrificar la imparcialidad y difundir informaciones falseadas.


La mamandurria como motor del seguidismo.

El término "mamandurria" ha sido utilizado en el contexto político para describir a quienes dependen económicamente de favores, contratos o ingresos vinculados a su fidelidad a un grupo o ideología. En el ámbito mediático, esta dependencia se traduce en figuras públicas que ajustan su narrativa a las exigencias de sus financiadores o audiencias, renunciando a cualquier atisbo de ecuanimidad. En palabras de una reciente columna de El País, “la independencia mediática es una rara avis, cuando los contratos y las audiencias exigen servidumbre a una agenda concreta” (El País, 12/07/19).

Este fenómeno ha sido evidente en cómo ciertos periodistas, influencers o comunicadores cambian de línea editorial según la conveniencia económica. Es el caso de figuras que, en menos de un lustro, pasan de críticas voraces a alineamientos incondicionales con los gobiernos o corporaciones que mejor les remuneran. Este seguidismo, más que ideológico, es transaccional.


El precio de la imparcialidad.

El problema radica en que el seguidismo no solo afecta la percepción pública, sino que deteriora la calidad democrática de la información. Un estudio publicado por la Universidad de Navarra indica que el 62% de las personas perciben la información política como sesgada, y uno de los factores principales es el protagonismo de figuras mediáticas cuya credibilidad está erosionada por intereses económicos (El Mundo, 18/06/23).

Cuando la ética periodística es sustituida por la necesidad de monetizar, se abre la puerta a la difusión de bulos y desinformación. En España, casos como el de comunicadores que promovieron teorías conspirativas sobre la pandemia han puesto de manifiesto cómo estas prácticas no solo polarizan, sino que desinforman peligrosamente. Tal como señaló un editorial de El Confidencial, “el bulo se ha convertido en una herramienta política y económica, y quienes lo propagan son cómplices del deterioro del debate público” (El Confidencial, 03/05/21).



Todo por la pasta.

Esta dinámica responde a un sistema mediático que premia los extremos. Las redes sociales, el clickbait y los contratos publicitarios impulsados por audiencias polarizadas han generado una economía de la indignación. El periodista John Carlin afirmó en una entrevista reciente: “Hoy en día, ser ecuánime no vende. Si no te posicionas radicalmente, no existes en los medios” (ABC, 07/09/23).

Además, las audiencias también son cómplices. El consumidor de información tiende a buscar confirmación de sus ideas, no a cuestionarlas. Esto crea un círculo vicioso en el que los comunicadores ajustan sus mensajes a los prejuicios de sus seguidores, dejando de lado la verdad en favor de la rentabilidad.


¿Cómo recuperar la credibilidad?

Frente a este panorama, es urgente un retorno a los principios éticos del periodismo: veracidad, imparcialidad y responsabilidad. Sin embargo, esto requiere no solo voluntad por parte de los comunicadores, sino también de los consumidores y las plataformas digitales que amplifican sus mensajes. La transparencia en las relaciones económicas y los intereses detrás de los mensajes mediáticos sería un primer paso para recuperar la confianza perdida.



En definitiva, el fenómeno de los abrazafarolas mediáticos es un síntoma de una crisis más profunda en la esfera pública: la monetización de la influencia. Mientras esta dinámica persista, la ecuanimidad y la imparcialidad seguirán siendo víctimas de un sistema que premia el todo por la pasta sobre la verdad y el rigor informativo.

Entradas populares de este blog

Miguel Ángel Rodríguez: una amenaza para la ética política y la democracia

Críticas a la Ley Trans y la posición del PSOE