Feijóo y el club de los “hombres que no aman a las mujeres”

Feijóo y el club de los “hombres que no aman a las mujeres”.

Alberto Núñez Feijóo, líder del Partido Popular, se presenta como un político moderado, con un discurso calculado para evitar extremos. Sin embargo, cuando se analiza su postura en temas como el aborto y la igualdad, surge una imagen de un hombre que, bajo el barniz de la prudencia, perpetúa un modelo conservador que restringe los derechos y libertades de las mujeres. Estas actitudes no solo lo alejan de la modernidad, sino que lo colocan en el club de los "hombres que no aman a las mujeres": líderes que, con palabras medidas y decisiones políticas, ralentizan los avances hacia la igualdad real.



El aborto: un derecho cuestionado.
La posición de Feijóo sobre el aborto es un claro reflejo de sus prioridades ideológicas. Durante años, el Partido Popular ha cuestionado la Ley de Salud Sexual y Reproductiva de 2010, que permite el aborto dentro de un sistema de plazos. Aunque Feijóo ha evitado adoptar una retórica radical, ha reiterado que el aborto “no debe considerarse un derecho fundamental”. Con esta afirmación, desvía el debate del reconocimiento de los derechos de las mujeres hacia una discusión que reduce su autonomía a un asunto secundario, siempre sujeto a revisiones y limitaciones políticas.
Esta visión no solo deslegitima el aborto como una elección libre, sino que refuerza un modelo paternalista que pone al Estado, y no a las mujeres, en el centro de la toma de decisiones sobre sus cuerpos. Para muchas, estas posturas representan un intento de volver a una época en la que los derechos reproductivos eran privilegios y no garantías universales.

La igualdad: discurso vacío, acción inexistente.
En el ámbito de la igualdad de género, Feijóo se esfuerza por evitar confrontaciones abiertas, pero su posicionamiento genera rechazo en quienes buscan avances tangibles. Ha criticado leyes como la del "solo sí es sí", centrando sus ataques en errores técnicos en lugar de respaldar principios fundamentales, como la protección frente a la violencia machista. Aunque reconoce la necesidad de combatir esta lacra, su discurso carece de profundidad y propuestas claras, dejando en evidencia un compromiso más simbólico que real.
Feijóo tampoco ha abrazado el feminismo como un aliado, describiéndolo como un "movimiento político" al que no se adhiere. Este rechazo al feminismo refuerza la idea de que su liderazgo está desconectado de las luchas actuales de las mujeres, optando por mantenerse en una posición neutral que, en la práctica, perpetúa las desigualdades estructurales.

Una moderación que perpetúa el retroceso.
Feijóo es percibido por algunos como un político “sensato”, pero esta moderación aparente esconde una resistencia constante a los cambios necesarios para garantizar la igualdad plena. Su liderazgo no se diferencia significativamente de otros miembros del club de “hombres que no aman a las mujeres”: políticos que, bajo el pretexto de evitar polarizaciones o “excesos”, priorizan mantener el statu quo. Esta actitud no solo desacelera el progreso social, sino que refuerza las barreras culturales, legales y políticas que las mujeres enfrentan a diario.

El dilema para España.
El impacto de estas posturas es profundo. Al no reconocer el aborto como un derecho fundamental y al minimizar la importancia del feminismo, Feijóo alimenta una narrativa que cuestiona los avances en igualdad como si fueran caprichos ideológicos. Pero para las mujeres, estos temas no son negociables: son derechos conquistados tras décadas de lucha.
El rechazo hacia Feijóo en estos asuntos no proviene de la radicalidad de sus palabras, sino de su silencio estratégico y su falta de acción contundente. Mientras intenta presentarse como el líder moderado que España necesita, cada declaración y decisión lo acerca más al lado equivocado de la historia.
En una sociedad que clama por igualdad real, Feijóo parece decidido a frenar el progreso. Sin embargo, lo que él y los miembros de su club no comprenden es que la historia no espera a quienes no avanzan. Las mujeres seguirán luchando, y los liderazgos que no acompañen esta lucha quedarán inevitablemente relegados.

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