Los peligros de la falta de horizontalidad en las organizaciones progresistas

Los peligros de la falta de horizontalidad en las organizaciones progresistas.


El éxito de las organizaciones políticas progresistas depende en gran medida de su capacidad para mantenerse fieles a sus principios de democracia interna, participación activa y representatividad de la militancia. Sin embargo, muchas veces estas organizaciones enfrentan un problema estructural: la concentración del poder en líderes que son promovidos por grupos reducidos de afines, en lugar de surgir de un respaldo mayoritario de las bases. Esto plantea varios riesgos y desafíos que pueden debilitar su capacidad de acción, su legitimidad y su unidad interna.



1. Los peligros de los liderazgos vacíos: control en lugar de transformación.

Un liderazgo político que basa su discurso en oponerse al rival sin proponer un proyecto político claro está ejerciendo, en esencia, una labor de control. Este tipo de liderazgo convierte la política en un juego reactivo donde las energías de la militancia se dirigen únicamente a confrontar al enemigo externo, dejando de lado el debate interno, la construcción de consensos y el diseño de alternativas transformadoras.

Según Antonio Gramsci, en su análisis de la hegemonía cultural, un liderazgo transformador debe articular un "bloque histórico" que una las fuerzas sociales en torno a un proyecto común. Cuando esto no ocurre, la organización pierde su capacidad de influir en la sociedad, ya que no ofrece una visión alternativa a la realidad existente.

Ejemplo histórico:

En la política contemporánea española, ciertos sectores de la izquierda han caído en una dinámica de oposición constante a la derecha sin articular un proyecto que seduzca a las mayorías sociales. Esto les ha llevado a perder apoyo, ya que la ciudadanía demanda no solo resistencia, sino también soluciones concretas y viables a los problemas sociales.

Riesgo añadido: Esta dinámica no solo limita el impacto del movimiento, sino que también actúa como un mecanismo de control interno. Al centrar la atención exclusivamente en el enemigo externo, se invisibilizan las tensiones internas y se deslegitiman las críticas hacia el liderazgo, etiquetando a los disidentes como aliados del rival.


2. El debilitamiento de la legitimidad interna: oligarquización y desafección.

Cuando el liderazgo se construye desde círculos cerrados en lugar de un respaldo amplio de las bases, se produce una desconexión entre la militancia y la dirección. Esto crea una estructura vertical, donde un pequeño grupo toma las decisiones mientras la mayoría queda relegada a un rol pasivo.

Robert Michels, en su “Ley de hierro de la oligarquía”, argumenta que esta concentración del poder es casi inevitable en organizaciones grandes, pero puede contrarrestarse mediante mecanismos de participación activa y transparencia. Sin estas medidas, las bases perciben las decisiones como ajenas, lo que genera desafección, apatía e incluso divisiones internas.

Ejemplo histórico:

El caso del Partido Laborista en el Reino Unido bajo la dirección de Tony Blair muestra cómo una centralización excesiva puede alienar a la militancia. Aunque Blair logró victorias electorales, su alejamiento de las bases laboristas tradicionales debilitó el vínculo con sectores clave, como los sindicatos, lo que tuvo consecuencias a largo plazo.


3. Liderazgos sostenibles: el proyecto político como eje central.

Un líder que no articula un proyecto político claro está condenado a la irrelevancia o al colapso, especialmente en momentos de crisis. La sociología de Max Weber señala tres tipos de legitimidad: tradicional, legal-racional y carismática. En las organizaciones progresistas, el liderazgo no debe depender exclusivamente del carisma, ya que este tipo de legitimidad es efímera y volátil. En cambio, debe construirse sobre una base legal-racional (democracia interna) y programática (proyecto político).

Caso práctico:

En América Latina, líderes como Lula da Silva en Brasil lograron consolidar movimientos políticos fuertes no solo por su carisma, sino también por proponer proyectos concretos, como la reducción de la pobreza a través de programas sociales innovadores. Esto demuestra que un liderazgo efectivo necesita algo más que oposición al adversario: requiere una visión clara que inspire y movilice.

Conclusión parcial:

Sin un proyecto político que sustente el liderazgo, el movimiento carece de dirección y se fragmenta ante los primeros desafíos. Además, esta ausencia abre la puerta a liderazgos autoritarios disfrazados de carisma o fuerza reactiva.


4. Horizontalidad y participación como antídoto a la centralización.

La horizontalidad no solo es un ideal democrático, sino también un requisito práctico para evitar el colapso de las organizaciones progresistas. Según Robert Putnam, el capital social generado por redes horizontales fortalece las instituciones, fomenta la cooperación y crea resiliencia ante conflictos internos.

Propuestas concretas:

4.1. Democracia interna y transparencia.

Elecciones abiertas y frecuentes: Asegurar que los líderes sean elegidos directamente por la militancia y que estos mandatos estén sujetos a renovación periódica.

Auditorías de decisiones: Crear mecanismos que permitan a la militancia revisar las decisiones tomadas por la dirección para garantizar su alineación con los principios del partido.

4.2. Grupos de trabajo abiertos.

Inclusión de toda la militancia: Permitir que cualquier miembro participe en grupos de trabajo, asegurando que sus ideas sean consideradas en la formulación de políticas.

Resultados vinculantes: Los productos de estos grupos deben ser adoptados por la dirección como base para las decisiones estratégicas.


5. Prevenir conflictos internos: la importancia de las válvulas de escape.

La ausencia de mecanismos inclusivos para canalizar las tensiones internas puede desembocar en conflictos destructivos. Según Jürgen Habermas, en su teoría de la acción comunicativa, los espacios de deliberación colectiva son esenciales para resolver discrepancias de manera constructiva. Cuando estos espacios faltan, las tensiones se acumulan y estallan en forma de divisiones irreparables.

Ejemplo práctico:

El declive de partidos como el Frente Amplio en Uruguay demuestra cómo la falta de espacios para integrar posturas diversas puede llevar a fracturas internas. Sin mecanismos de participación efectiva, las diferencias ideológicas se transforman en enfrentamientos abiertos.


6. Aprender del pasado: ejemplos positivos y negativos.

Ejemplos negativos:

Podemos (España): Su transición de una estructura participativa inicial a un modelo más centralizado provocó la desafección de sectores críticos, debilitando su capacidad de acción y unidad.

Partido Socialista Francés: La desconexión entre la dirección y las bases fue uno de los factores que contribuyeron a su colapso en las elecciones de 2017.

Ejemplos positivos:

Movimiento por los Derechos Civiles (EE. UU.): Este movimiento logró articular liderazgos colectivos y participativos, evitando la dependencia excesiva de figuras carismáticas individuales como Martin Luther King Jr.

Zapatistas (México): A través de asambleas comunitarias y una estructura horizontal, el movimiento zapatista ha sostenido su legitimidad y capacidad de acción durante décadas.


Conclusión general.

Las organizaciones progresistas enfrentan riesgos críticos cuando abandonan la horizontalidad, promueven liderazgos vacíos o se limitan a una oposición reactiva al adversario. Para evitar estos peligros, es esencial:

1. Construir liderazgos basados en proyectos políticos claros y consensuados.

2. Fomentar la participación activa de toda la militancia en la toma de decisiones.

3. Establecer mecanismos de transparencia y deliberación que canalicen las tensiones internas.

Solo a través de estas prácticas podrán mantenerse fieles a sus ideales transformadores, evitar crisis internas y responder eficazmente a los desafíos del presente.

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