El colapso progresista y el auge del autoritarismo: cómo la izquierda perdió a la sociedad y la ultraderecha tomó su lugar

El colapso progresista y el auge del autoritarismo: cómo la izquierda perdió a la sociedad y la ultraderecha tomó su lugar.


En las últimas décadas, los partidos progresistas han experimentado un creciente distanciamiento de amplios sectores de la sociedad, lo que ha permitido que figuras como Donald Trump y movimientos de extrema derecha ganen terreno. Este fenómeno no es casual, sino el resultado de una combinación de factores estructurales y estratégicos. Mientras la izquierda se ha enfocado en debates simbólicos y ha adoptado un lenguaje técnico que no resuena con las preocupaciones cotidianas de la gente, la derecha populista ha sabido canalizar el descontento con mensajes simples, emocionales y dirigidos contra las élites. Esta crisis de representación progresista y el auge del trumpismo no son fenómenos aislados, sino dos caras de la misma moneda. El desafío es doble: entender cómo se produjo esta desconexión y, al mismo tiempo, diseñar estrategias efectivas para revertirla antes de que el autoritarismo se convierta en la nueva norma política.




El peligro del trumpismo: cómo perdieron los demócratas y cómo triunfó Trump.


Introducción.  

El ascenso de Donald Trump y el distanciamiento de una parte importante de la población estadounidense del Partido Demócrata no son hechos aislados. Ambos responden a una crisis de representatividad que afecta a las democracias occidentales y que también se refleja en países como España. Mientras los demócratas perdían el contacto con sectores clave de su electorado, Trump supo capitalizar el descontento con un discurso simple, directo y polarizador. Este análisis se basa en estudios académicos y medios serios que han documentado este fenómeno, como los trabajos de Pippa Norris y Ronald Inglehart sobre el auge del populismo autoritario, así como en análisis de think tanks como el Pew Research Center y el Brookings Institution.


I. Razones del desenganche de la población con el Partido Demócrata.

1. Desconexión con la clase trabajadora.  

   A pesar de su tradicional vínculo con los trabajadores, los demócratas no han logrado responder a la precarización económica y el impacto de la desindustrialización. Según un estudio del Economic Policy Institute, la pérdida de empleos industriales en el Medio Oeste de EE.UU. ha dejado a muchas comunidades en una situación de vulnerabilidad económica. Mientras tanto, el enfoque de los demócratas en políticas progresistas en lo social ha sido percibido por muchos votantes como una agenda alejada de sus preocupaciones económicas diarias. Thomas Frank, en su libro Listen, Liberal, critica esta desconexión y argumenta que la izquierda ha abandonado a la clase trabajadora en favor de una élite tecnocrática.

2. Estrategias de campaña erráticas.  

   En lugar de enfocarse en soluciones concretas para la inflación, el costo de vida o la crisis de vivienda, las campañas demócratas se han centrado en advertir sobre los peligros de Trump sin ofrecer alternativas contundentes. La retórica del miedo no ha sido suficiente para movilizar a un electorado desencantado, como lo demuestran los análisis de Nate Silver en FiveThirtyEight sobre las elecciones de 2016 y 2020.

3. Desgaste de las élites del partido.  

   Joe Biden representa la continuidad del establishment político, lo que genera rechazo entre quienes buscan un liderazgo más disruptivo. La percepción de que el Partido Demócrata es una élite desconectada de la realidad cotidiana ha reforzado la idea de que no son una opción real de cambio, tal como lo han señalado analistas como Mark Lilla en su libro The Once and Future Liberal.

4. Inmigración y seguridad como puntos débiles.  

   Aunque la defensa de los derechos de los inmigrantes es un pilar de la agenda demócrata, no han logrado articular un mensaje claro sobre cómo gestionarán la frontera y garantizarán la seguridad. Trump ha explotado este vacío con un discurso basado en el miedo y la criminalización, como lo han documentado medios como The New York Times y The Washington Post.


II. Cómo ha triunfado Trump (y los errores de los demócratas).

1. Un discurso simple, directo y emocional.  

   Mientras los demócratas optaban por discursos técnicos y moralizantes, Trump conectó con la emocionalidad del votante. Su retórica es agresiva, pero efectiva: ofrece respuestas sencillas a problemas complejos, aunque sean falsas. Este enfoque ha sido analizado por expertos en comunicación política como George Lakoff, quien destaca la importancia de los marcos narrativos en la política.

2. Narrativa de enemigo y victimización.  

   Trump construyó un relato en el que él y sus seguidores son víctimas de un sistema corrupto. Ha señalado a inmigrantes, medios de comunicación y demócratas como enemigos, generando un fuerte sentido de identidad y pertenencia entre sus seguidores. Esta estrategia ha sido ampliamente estudiada por académicos como Cas Mudde, quien ha analizado el populismo de derecha en Europa y EE.UU.

3. Aprovechamiento del descontento económico.  

   Se dirigió a la América rural y a sectores de la clase trabajadora blanca, presentándose como un outsider dispuesto a luchar por ellos. Sus políticas de desregulación y proteccionismo fueron percibidas como una respuesta concreta a la crisis industrial, como lo han documentado medios como The Economist y Financial Times.

4. Uso magistral de los medios y las redes sociales.  

   Mientras los demócratas dependían de los medios tradicionales, Trump convirtió las redes sociales en su arma principal. Su capacidad para generar impacto mediático, incluso con polémicas, mantuvo su imagen omnipresente. Este fenómeno ha sido analizado por expertos en comunicación digital como Siva Vaidhyanathan en su libro Antisocial Media.

5. Alianzas con sectores radicales y religiosos. 

   Logró unir a grupos tan dispares como milicias armadas, negacionistas del cambio climático y fundamentalistas religiosos bajo una narrativa de “reconstrucción de la grandeza de América”, asegurándose una base fiel de votantes. Esta estrategia ha sido documentada por investigadores como Katherine Stewart en su libro The Power Worshippers.


III. Conclusión y estrategias para frenar esta deriva.

El fenómeno Trump no es exclusivo de EE.UU. En España y otros países, fuerzas de ultraderecha han aplicado estrategias similares para captar el descontento de la ciudadanía. Para frenar esta tendencia, es necesario:

1. Reconectar con la clase trabajadora.  

   No basta con un discurso progresista en lo social; es clave recuperar la agenda económica, garantizando empleo digno, vivienda accesible y medidas contra la precarización. Estudios del International Labour Organization (ILO) han demostrado que la inseguridad económica es un factor clave en el auge del populismo.

2. Comunicación más efectiva y emocional.  

   Las fuerzas progresistas deben abandonar el tono tecnocrático y conectar con las emociones de los votantes, ofreciendo relatos que ilusionen y generen sentido de pertenencia. Expertos como Anat Shenker-Osorio han destacado la importancia de los marcos narrativos en la comunicación política.

3. Combatir la desinformación y la manipulación mediática.  

   Es fundamental desmontar las narrativas falsas de la ultraderecha y generar espacios de debate accesibles para la ciudadanía. Organizaciones como First Draft News han desarrollado estrategias efectivas para combatir la desinformación.

4. Movilización activa contra el autoritarismo. 

   No se puede subestimar el peligro del trumpismo ni de sus equivalentes en otros países. La movilización social, la pedagogía y la creación de redes de resistencia son esenciales para frenar el avance de estos movimientos, como lo han demostrado iniciativas como la de la organización Indivisible en EE.UU.




La desconexión entre la izquierda y la sociedad: un problema urgente.


Introducción.  

A pesar de que los movimientos progresistas han impulsado avances sociales significativos, una parte importante de la población siente que la izquierda política no los representa. Este fenómeno no es exclusivo de Estados Unidos; en España y otras democracias occidentales, la sensación de distancia entre la clase política progresista y la ciudadanía se ha convertido en un problema estructural. ¿Por qué medidas que buscan mejorar la vida de las personas no logran calar? ¿Cómo han aprovechado esta desconexión las fuerzas reaccionarias? Este análisis se basa en investigaciones académicas y medios serios que han documentado esta tendencia, como los trabajos de Nancy Fraser sobre la crisis de la izquierda y los informes del European Council on Foreign Relations (ECFR).


I. Razones de la desconexión de la sociedad con la izquierda política.

1. El lenguaje tecnocrático y moralizante.  

   Muchos sectores de la izquierda han adoptado discursos que, aunque bien intencionados, resultan inaccesibles para gran parte de la ciudadanía. Se ha generado la percepción de que las élites progresistas hablan desde una posición de superioridad moral, lo que provoca rechazo en quienes se sienten ignorados o juzgados, como lo han señalado analistas como Mark Lilla en su libro The Once and Future Liberal.

2. Énfasis en lo simbólico más que en lo material.  

   Mientras la izquierda ha promovido avances en derechos civiles y culturales, ha descuidado la cuestión económica en términos comprensibles para la ciudadanía. La inflación, la precarización laboral y la vivienda se han convertido en preocupaciones centrales, pero el discurso progresista a menudo se percibe más enfocado en debates identitarios que en soluciones concretas, como lo han documentado medios como The Guardian y Le Monde.

3. Desgaste institucional y crisis de credibilidad.  

   La política progresista ha gobernado en muchas ocasiones sin lograr revertir los efectos del neoliberalismo, lo que genera una sensación de promesas incumplidas. En países como España y Estados Unidos, muchos votantes sienten que, independientemente del color del gobierno, sus condiciones materiales no mejoran sustancialmente, como lo han analizado economistas como Thomas Piketty.

4. Fracaso en la comunicación y conexión emocional.  

   Mientras la derecha populista apela a emociones primarias como el miedo, la indignación y la nostalgia, la izquierda ha adoptado un tono más racionalista, perdiendo capacidad de movilización. Sin un relato que emocione y genere identidad, sus mensajes no consiguen movilizar a grandes sectores de la sociedad, como lo han señalado expertos en comunicación política como Ernesto Laclau.

5. Instrumentalización del descontento por la extrema derecha.  

   El vacío dejado por la izquierda ha sido ocupado por fuerzas reaccionarias que han sabido conectar con el malestar social. Utilizan un discurso sencillo y binario: culpan a las élites progresistas de los problemas del ciudadano común y prometen soluciones drásticas, aunque sean inviables o directamente perjudiciales, como lo han documentado investigadores como Yascha Mounk en su libro The People vs. Democracy.


II. Consecuencias de esta desconexión.

1. El avance de la extrema derecha.  

   La falta de respuestas progresistas efectivas ha permitido que la ultraderecha crezca en las urnas, presentándose como la única alternativa real al statu quo, como lo han documentado informes del ECFR y del Pew Research Center.

2. Desmovilización del voto progresista.  

   Cuando la ciudadanía percibe que la izquierda es parte del problema en lugar de la solución, muchos optan por la abstención, debilitando electoralmente a los partidos progresistas, como lo han analizado politólogos como **Robert Putnam**.

3. Polarización y crisis democrática.  

   La brecha entre las élites progresistas y la sociedad facilita la fragmentación del debate público, promoviendo un clima de desconfianza hacia las instituciones democráticas, como lo han señalado académicos como Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro How Democracies Die.


III. Conclusión: ¿Cómo revertir esta tendencia?

Para evitar que la desconexión siga creciendo y que la extrema derecha se consolide como alternativa política, las fuerzas progresistas deben:

1. Recuperar el enfoque en lo económico.

   La lucha contra la precariedad, el acceso a la vivienda y la redistribución de la riqueza deben ser el centro del discurso progresista, como lo han propuesto economistas como Joseph Stiglitz.

2. Comunicar con un lenguaje más cercano y accesible.  

   Es necesario abandonar el tono tecnocrático y conectar emocionalmente con la población, mostrando empatía y compromiso con sus problemas diarios, como lo han sugerido expertos en comunicación política como George Lakoff.

3. Abordar la crisis de credibilidad.  

   Las promesas deben traducirse en resultados tangibles. La izquierda debe ser percibida como una fuerza de cambio real y no como parte del sistema, como lo han argumentado analistas como Chantal Mouffe.

4. Movilizar desde la identidad y la emoción.

   Se necesita un relato que inspire y movilice, con una narrativa clara sobre el futuro deseado y cómo alcanzarlo, como lo han propuesto teóricos políticos como Ernesto Laclau.

Reflexión final

La desconexión entre la izquierda y la sociedad no es irreversible, pero requiere una autocrítica profunda y un cambio en la forma en que se hace política. Si no se corrige, el espacio será ocupado por quienes, con discursos simplistas y reaccionarios, prometen soluciones que solo profundizarán la crisis social y democrática. La izquierda tiene la responsabilidad histórica de reconectar con las mayorías sociales, ofrecer respuestas concretas a los problemas cotidianos y construir un relato que inspire esperanza y movilización. Solo así podrá frenar la deriva autoritaria y recuperar su papel como fuerza transformadora.

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