La crítica no es odio: cuando oponerse a las mayorías es un acto de justicia

La crítica no es odio: cuando oponerse a las mayorías es un acto de justicia.


Introducción:

En contextos donde líderes como Benjamin Netanyahu en Israel o Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid implementan políticas que vulneran derechos humanos, surge el debate sobre la legitimidad de criticar no solo a los gobernantes, sino también a las mayorías que los sostienen. No es antisemitismo o madrileñofobia denunciar sistemas que perpetúan el genocidio o la negligencia institucional; es, en cambio, una posición ética frente a la complicidad colectiva en democracias donde los votantes son responsables, en parte, de los actos de sus líderes. Esta reflexión aborda por qué ser crítico con Israel o con los votantes de Ayuso no es un acto de odio, sino de defensa de los derechos humanos.



Sobre Israel y Netanyahu.

1. Genocidio y su definición:

Según la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio de la ONU (1948), el genocidio es un acto deliberado de destrucción total o parcial de un grupo nacional, étnico, racial o religioso. Las políticas de Netanyahu y su gobierno hacia los palestinos, incluidos desplazamientos forzados, bloqueos, bombardeos indiscriminados y restricciones a los derechos básicos, encajan en estas características según numerosas organizaciones de derechos humanos.

2. Crítica a un líder vs. antisemitismo:

Criticar a Netanyahu por estas políticas no equivale a ser antisemita, ya que no es un ataque contra el judaísmo ni contra los judíos como colectivo, sino contra un gobierno y sus actos específicos.

Ser antiisraelí, en este contexto, significa oponerse a un estado que respalda políticas genocidas. Dado que la mayoría de los israelíes votan a Netanyahu o apoyan estas políticas, la oposición no es una generalización étnica o religiosa, sino una postura ética contra un sistema que perpetúa crímenes contra la humanidad.

3. Responsabilidad colectiva en una democracia:

En una democracia, los ciudadanos que votan a un líder son parcialmente responsables de las acciones de su gobierno. Por tanto, la crítica al estado de Israel no implica odio hacia los judíos, sino rechazo a una mayoría que apoya políticas genocidas.


Sobre Ayuso y Madrid.

1. Ayuso y el pasado falangista:

Declaraciones como las de Eduardo García Serrano vinculan a Ayuso con un pasado ideológico fascista. Además, sus políticas, como los "protocolos de la vergüenza," reflejan un desprecio por los derechos humanos básicos, al dejar morir a miles de ancianos en residencias durante la pandemia.

2. Crítica a los madrileños:

Si bien no todos los madrileños votan a Ayuso, el hecho de que haya sido elegida reiteradamente implica que una mayoría apoya o minimiza sus políticas, incluso aquellas que han resultado en muertes evitables y en un deterioro de los servicios públicos.

3. Separación entre fascismo y regionalismo:

Criticar a Madrid como centro de poder y a los madrileños que votan a Ayuso no es madrileñofobia; es una crítica a quienes sostienen un sistema que perpetúa desigualdades, deshumanización y políticas regresivas.


Paralelismo entre ambas situaciones.

En ambos casos, la crítica no se dirige a un grupo étnico, religioso o regional en abstracto, sino a una mayoría que apoya o tolera políticas que generan sufrimiento humano y vulneran derechos fundamentales.

La postura ética rechaza la complicidad de quienes, por acción o inacción, perpetúan estructuras genocidas (Netanyahu) o fascistas (Ayuso).


En resumen, ser "antiisraelí" o crítico con "los madrileños" no es racismo, antisemitismo ni regionalismo; es una postura moral frente a las mayorías que legitiman o consienten sistemas opresores.

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