La falacia de culpar al gobierno por la desconexión entre macroeconomía y la vida diaria
La falacia de culpar al gobierno por la desconexión entre macroeconomía y la vida diaria.
Una mentira repetida mil veces parece convertirse en verdad. Eso ocurre con el discurso de que el gobierno es el único culpable de que el crecimiento económico no llegue al bolsillo de los ciudadanos. Esta narrativa, promovida por sectores conservadores y empresariales, simplifica un problema complejo que involucra no solo al gobierno, sino también a los empresarios y a la propia ciudadanía. Analicemos cómo se construye esta falacia y por qué su difusión beneficia a quienes más tienen, mientras perpetúa la desigualdad.
El papel del gobierno: avances tangibles bajo lupa.
El gobierno no es perfecto, pero en los últimos años ha tomado medidas concretas para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos:
1. Control del IPC (Índice de Precios al Consumo): Tras meses de inflación global, el Ejecutivo ha logrado reducir la inflación, estabilizando los precios y protegiendo parcialmente el poder adquisitivo. Sin embargo, esta mejora no siempre se percibe de inmediato, especialmente cuando los bienes esenciales (alimentos, vivienda) siguen siendo caros.
2. Subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI): Este aumento, aplicado gradualmente, no solo mejora directamente los ingresos de los trabajadores más vulnerables, sino que también presiona al alza otros salarios. Sin embargo, su impacto queda limitado cuando los empresarios no trasladan los beneficios empresariales a los trabajadores o intentan compensar la medida con recortes en otras áreas.
A pesar de estos logros, sectores interesados insisten en culpabilizar al gobierno, ignorando el impacto de otros factores, como la retención de beneficios por parte de las empresas o la falta de acción ciudadana.
El empresariado: beneficios récord, salarios congelados.
Uno de los mayores responsables de que el crecimiento económico no llegue a los hogares es el empresariado. En los últimos años, muchas empresas han registrado beneficios récord, pero han optado por incrementar los márgenes de ganancia en lugar de redistribuir esa riqueza entre sus trabajadores.
Márgenes de beneficio desproporcionados: En un contexto inflacionario, muchas empresas aprovechan para justificar subidas de precios, incluso cuando sus costes ya no aumentan. Esto no solo encarece la vida, sino que también perpetúa la desconexión entre la macroeconomía y el día a día de la ciudadanía.
Estancamiento salarial: Mientras los empresarios aumentan sus ganancias, los salarios se mantienen congelados o suben mínimamente, perpetuando la desigualdad. Las excusas varían: desde la necesidad de "competitividad" hasta la supuesta presión de los impuestos.
La clave del problema no está en la ausencia de riqueza, sino en cómo se reparte. Y, en este reparto, los empresarios han optado por priorizar sus beneficios sobre el bienestar colectivo.
La ciudadanía: inmóvil ante la injusticia.
La tercera pata de esta desconexión es la inacción ciudadana. Por diversas razones, muchos trabajadores han aceptado pasivamente un discurso que exime de culpa a las empresas y responsabiliza exclusivamente al gobierno.
1. Falta de espíritu crítico: Amplios sectores de la ciudadanía compran el relato simplista de la derecha, que culpa al gobierno de la carestía de la vida, el estancamiento salarial y la pérdida de poder adquisitivo. Esta narrativa ignora intencionadamente el papel del empresariado en la crisis distributiva.
2. Inacción reivindicativa: Pese a las dificultades, la ciudadanía ha dejado de movilizarse. La afiliación sindical está en mínimos históricos, y las luchas colectivas por mejores convenios y salarios son cada vez menos frecuentes. Sin presión social organizada, el empresariado no tiene incentivos para repartir sus beneficios, perpetuando así el problema.
El discurso que culpa exclusivamente al gobierno de la desconexión entre la macroeconomía y la vida diaria es una falacia interesada. Aunque el Ejecutivo tiene responsabilidades, también ha tomado medidas para mejorar la situación, como controlar la inflación o subir el SMI. Sin embargo, la falta de redistribución empresarial y la pasividad ciudadana son factores igualmente cruciales. Culpar únicamente al gobierno no solo es injusto, sino que perpetúa un sistema donde la riqueza queda en pocas manos. Si queremos un cambio real, necesitamos una ciudadanía más crítica, organizada y reivindicativa, que no solo espere soluciones de arriba, sino que también exija justicia desde abajo.