La ultraderecha no es patriota: desmontando el falso amor a España.

La ultraderecha no es patriota: desmontando el falso amor a España.


Introducción.

El patriotismo auténtico es un compromiso con el bienestar de la sociedad, la justicia y la defensa de los valores que hacen grande a un país. No se trata simplemente de ondear banderas o pronunciar discursos grandilocuentes, sino de trabajar por el progreso colectivo y la dignidad de todas las personas que conforman una nación. Sin embargo, en España, la ultraderecha, encabezada por figuras como Santiago Abascal, ha secuestrado el concepto de patriotismo para justificar discursos de odio, medidas antidemocráticas y políticas que, lejos de fortalecer al país, lo debilitan.  

¿Puede alguien ser patriota cuando ataca a sus propios compatriotas, desprecia la diversidad cultural y atenta contra los derechos fundamentales? En este artículo, desmontaremos el falso patriotismo de la ultraderecha basándonos en principios éticos universales como la justicia, la solidaridad, la libertad y la dignidad humana. Además, profundizaremos en cómo su agenda no solo no beneficia a España, sino que la coloca en una posición de vulnerabilidad frente a intereses extranjeros y divisiones internas.  



1. Atacar a la mitad de la sociedad no es patriotismo.

Un patriota defiende y protege a su pueblo, sin excepción. Sin embargo, la ultraderecha divide España entre "buenos españoles" (quienes piensan como ellos) y "enemigos internos" (feministas, migrantes, nacionalistas periféricos, progresistas). En lugar de unir, siembran el odio y la desconfianza, creando una narrativa de "nosotros contra ellos" que fractura la convivencia.  

La historia demuestra que los verdaderos patriotas son quienes promueven la unidad y el respeto mutuo. Figuras como Clara Campoamor, que luchó por el sufragio femenino, o Miguel Hernández, que defendió los derechos de los más desfavorecidos, entendieron que un país no se fortalece destruyendo derechos ni señalando a parte de su población como traidora. La ultraderecha, al promover enfrentamientos internos, se comporta más como un agente desestabilizador que como un defensor de España.  

Un ejemplo claro de esta estrategia divisiva es su retórica contra el feminismo, al que tildan de "ideología destructiva". En lugar de reconocer la lucha histórica por la igualdad de género, la ultraderecha utiliza el miedo y la desinformación para deslegitimar un movimiento que busca justicia y equidad. ¿Cómo puede alguien que ataca a las mujeres españolas considerarse patriota?  

Además, la ultraderecha ha mostrado un desprecio absoluto por la memoria histórica, un tema crucial para cerrar heridas y hacer justicia. Durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, miles de personas fueron asesinadas y enterradas en fosas comunes simplemente por luchar por la libertad y la democracia. Aún hoy, muchas familias siguen buscando a sus seres queridos para darles una sepultura digna y cerrar un capítulo de dolor que nunca debió abrirse.  

Sin embargo, la ultraderecha no solo se opone a las políticas de memoria histórica, sino que las ridiculiza y las tacha de "revanchismo". Para ellos, hablar de justicia y reparación es "remover el pasado", como si las víctimas del franquismo no merecieran ser recordadas y honradas. Un verdadero patriota entendería que un país no puede avanzar sin enfrentar su historia, sin reconocer los errores del pasado y sin hacer justicia a quienes sufrieron injusticias.  

La memoria histórica no es solo una cuestión de justicia, sino también de dignidad. Un país que olvida a sus mártires, que ignora a quienes dieron su vida por la libertad, es un país que pierde parte de su alma. La ultraderecha, al negarse a reconocer este capítulo oscuro de la historia, demuestra una vez más que su supuesto amor por España es una farsa. Un patriota de verdad no teme enfrentar la verdad, por dura que sea, porque sabe que solo así se puede construir un futuro mejor.  




2. Despreciar la justicia social es antipatriótico.

El patriotismo implica preocuparse por el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, la ultraderecha ataca el Estado de bienestar, defiende recortes en educación y sanidad, y protege a los poderosos mientras deja desamparados a los trabajadores y clases populares. Su agenda económica favorece a las élites y perpetúa la desigualdad, algo que va en contra de los intereses de la mayoría de los españoles.  

Un país fuerte no es aquel donde unos pocos acumulan riqueza mientras la mayoría sufre precariedad. La justicia social es la base de un patriotismo real, porque una nación solo prospera si todos sus ciudadanos tienen oportunidades. La ultraderecha, al despreciar la igualdad, demuestra que no le importa España, sino solo su propio poder.  

Por ejemplo, su oposición a subir el salario mínimo o a mejorar las condiciones laborales de los trabajadores muestra una clara desconexión con las necesidades reales de la población. Un verdadero patriota entendería que el progreso económico debe beneficiar a todos, no solo a unos pocos privilegiados.  



3. Rechazar la diversidad cultural es debilitar España.

España es un país diverso, con múltiples lenguas, culturas y tradiciones que la enriquecen. La ultraderecha, en su obsesión por una identidad única, ataca el catalán, el euskera y el gallego, desprecia la multiculturalidad y niega la realidad plural del país.  

Lejos de fortalecer España, esta postura la debilita. Las naciones que abrazan su diversidad son más cohesionadas y avanzadas. El rechazo a la pluralidad no es patriotismo, es sectarismo. Un patriota real protege y valora todas las partes de su país, no impone un modelo único basado en el desprecio y la exclusión.  

Un ejemplo de esta actitud es su oposición a la enseñanza de las lenguas cooficiales en las escuelas. En lugar de verlas como un patrimonio cultural que enriquece a España, las consideran una amenaza. Esta visión estrecha y excluyente no solo daña la convivencia, sino que también ignora la riqueza histórica y cultural que estas lenguas representan.  




4. Servilismo a Trump: traición a los intereses de España.

Mientras se presentan como defensores de la soberanía nacional, figuras como Abascal han demostrado una sumisión absoluta a Donald Trump y su agenda ultraconservadora, incluso cuando esta choca directamente con los intereses de España.  

Vox ha respaldado abiertamente la retórica trumpista, desde su negacionismo climático hasta su agresiva política exterior. Un ejemplo claro es su alineamiento con los ataques de Trump a la Unión Europea, una institución clave para la estabilidad económica y política de España. La UE ha sido un motor de crecimiento para el país, pero la ultraderecha española sigue la estela de Trump, promoviendo el euroescepticismo y la ruptura de alianzas estratégicas.  

Otro caso flagrante de servilismo a Trump fue el apoyo de Vox a la política de máxima presión contra Venezuela, defendiendo sanciones que afectaron a empresas españolas con intereses en la región. En lugar de anteponer los intereses de España, se plegaron a los dictados de Washington.  

Además, la ultraderecha ha repetido las mentiras de Trump sobre el fraude electoral en EE.UU., una estrategia golpista que atenta contra la democracia. ¿Puede considerarse patriota alguien que se alinea con un líder extranjero que intenta socavar las instituciones democráticas?  

El verdadero patriotismo no es sumisión a los grandes poderes económicos ni seguir órdenes de otros países. Un patriota protege la soberanía nacional asegurando que las riquezas del país beneficien a su pueblo, no a élites financieras ni a intereses foráneos.  




La ultraderecha es antiespañola. 

Santiago Abascal y la ultraderecha no son patriotas, son oportunistas que usan la bandera como escudo para dividir y manipular. Un verdadero patriota lucha por la justicia, la unidad en la diversidad y el bienestar de su pueblo.  

El nacionalismo excluyente de Vox no defiende España, la destruye desde dentro. El verdadero patriotismo no es gritar "¡Viva España!" mientras se pisotean los derechos de los españoles, sino trabajar para que todos sus ciudadanos vivan con dignidad, libertad y respeto mutuo.  

En un momento en el que el mundo enfrenta desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad económica y las amenazas a la democracia, necesitamos más que nunca un patriotismo inclusivo y solidario. Un patriotismo que no excluya, que no odie, que no divida. Un patriotismo que, en definitiva, ame a España de verdad.




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